16 octubre 2013
luchando por la independencia
A papi le gustaba empezar alguna conversación de pasillo en el trabajo con diferentes frases de las que había un menú en constante shuffle, "Qué hace, yegua muerta?", "Qué haces, cabra enferma?" y otras más que se hicieron populares en los intercambios. De las contestaciones también había una lista aunque la más que recuerdo es la que él daba cuando alguien le hacía la pregunta a él, "Aquí, luchando por la independencia", casi siempre le preguntaban, "Luchando por la independencia?" a lo que contestaba con, "Sí, por la mía' también casi siempre habían risas y empezaba un poco de conversadera.
En el mar de la política barata que corre por prensa y TV, bromear sobre el asunto político que históricamente más nos ha jodido y nos define es liberador, aunque sea durante la hora de almuerzo como break en Shawshank Redemption. No entendía la risa de la gente pero me reía también, cuando se janguea entre viejos hay que coger el paso ligero y algunas costumbres más rápido que eso.
Pienso que en esas conversaciones es donde único la independencia salía ganando aunque nunca identifico a papi ni algunos de los que participaban del vacilón con el ideal, aunque todos esperaban la hora de salida para ser libres hasta el otro día. Todos estaban en el plan de lunes a viernes, con su sábado y domingo de vez en cuando, además de horario 'on call' durante años. Olvídate de las vacaciones, hay que trabajar, hacer buen trabajo y quedar bien siempre, esa era la mentalidad laboral así que aquello de la independencia tenía un poco de sabor a tamarindo del palo; no al de syrup de piragua. Y de ese árbol recogí la idea de ser con mi trabajo lo que no es mi país, independiente.
Eso implica ir al palo, buscar la vaina, sacarle la cáscara, ponerlo en agua, sacarle las semillas, separar la pulpa y después preparar el jugo pero la cantidad de los ingredientes la decido a gusto. Es pa' mí y al que entre por la puerta le ofrezco un vaso si quiere, si le gusta y queda que repita. Es como invitar gente a comer en tu casa, la idea es servir en el plato algo que prepara uno, no algo que se compra, no le estás pagando la cuenta a nadie.
Pero no todo el mundo se bebe el juego con la misma cantidad de azúcar, hay quien no la usa por razones de gusto o de salud, así que no hay manera de gustarle a todos con la misma receta. Siempre alguien quiere cambiarle algo, "le hace falta un poco más de agua, está bueno pero con más hielo, fíjate yo le pondría un poquito más de azúcar...", observaciones que nadie toma el tiempo de hacerle a Mc Donalds o Burger King, "yo le pondría más carne y menos cartón al hamburger".
Eso es parte de tener el kiosco propio, hay que crear la receta, el menú, el anuncio y la clientela. Que el público venga, pruebe y si le gusta que vuelva, que lo recomiende, que traiga amigos y al que no le guste con salir por la puerta y no volver es suficiente. No hay un buzón de sugerencias en el counter, no hay una tarjeta de evaluación sobre la mesa, en la puerta dice que me reservo el derecho de admisión y en la alfombra 'gracias por su visita'.
Se vale volver y probar otra vez, los paladares y los gustos cambian pero no voy a cambiar el menú a tu gusto, porque por complacerte a ti pierdo a los que llegan buscando lo que originalmente sirvo que es lo que a ellos le gusta. Hacer lo que uno quiere con las condiciones propias es la manera más accesible de experimentar la libertad por más tiempo del que dura una conversación de pasillo o un break de almuerzo. Abrir 24 horas es otro asunto.
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